Coronilla de los 100 Réquiem

Ana María Taigi era devotísima de las almas del Purgatorio.En su piedad le gustaba sufragar por las almas santas con el rezo de cien réquiems y testimoniaba haber obtenido de Dios muchos favores celestiales en diversas circunstancias y en penurias graves, espirituales y temporales.

Centena de réquiem

Cómo practicar esta piadosa devoción

 

En sufragio de las Almas del Purgatorio.

Inumerables son los favores que se nos refieren, que han sido obtenidos por los devotos de las Almas del Purgatorio, por vías completamente inesperadas, mediante los cien requiem rezados en su sufragio.

PASO I

Oración de la Centena de Réquiem

Para hacer este ejercicio, cada uno puede servirse de un rosario común de cinco decenas, recorriéndolo dos veces para formar las diez decenas, o sea la centena de Réquiem.

Se hace la señal de la cruz y se comienza rezando el acto de contrición y un Padre nuestro.

Después comenzamos con la primera decena de Requiem de esta forma:

– Dadles, Señor, el descanso eterno.

– Y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de la primera decena de Requiem se hacen las siguientes invocaciones::

1. Jaculatoria: Almas santas, almas pacientes, almas cautivas, rogad a Dios por nosotros, que rogamos por vosotras para que el Señor os dé su gloria. Amén

2. Ofrenda: Padre eterno, te ofrecemos la sangre, pasión y muerte de Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José, por la remisión de nuestros pecados, la libertad de las almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.

En seguida se rezan la segunda y demás decenas de Réquiem sobre las cuentas pequeñas, repitiendo la jaculatoria y la ofrenda sobre cada cuenta grande.

Acabadas las diez decenas, o sea la centena de Réquiem, se rezará la siguiente oración:

De profundis Salmo CXXIX de David

Desde el profundo abismo de mi serias en que estoy caído, clamo a Vos, Señor; no seáis, Dios mío, inexorable a mi voz.
Dignaos escuchar los ruegos de un infeliz que no tiene otro recurso que vuestra gran misericordia.

Sé, Dios mío, cuán culpable soy a vuestros ojos; más, si examináis con rigor nuestras iniquidades, ¿quién podrá sufrir vuestros juicios?

Si en nosotros solo encontráis delitos para perdernos, en Vos hallaréis motivos para salvarnos; os impusisteis la ley de no resistir a nuestras lágrimas y esto me obliga, Señor, a esperar confiado en vuestra gran bondad.

Nunca me he olvidado de las promesas del Señor, que me han alentado en lo más fuerte de mis males; he esperado siempre en El.

Así no deje Israel de esperar, pues recibirá por la noche el socorro que haya conseguido por el día

Porque es infinita la misericordia del Señor, que sabe hallar en los tesoros de su poder remedio para nuestros males.

Y presto redimirá a su pueblo de todas sus miserias e iniquidades.

Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellas la eterna luz.

Descansen en paz. Así sea.

(50 días tres veces al día, 100 rezándole al toque de la campana)

Encomendémonos ahora a las almas del Purgatorio y digamos:
¡Almas benditas! Ya que hemos rogado por vosotras, que tan amadas sois del Señor y que tenéis la sorpresa de no perderla a la esperanza de poseerle para siempre, rogagle por nosotros que nos vemos todavía en peligro de condenarnos.
¡Dulce Jesús! , dales descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio. Amén.

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